En ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas ?, la novela de Philip K. Dick que inspiró la película Blade Runner, un cazador de recompensas persigue un grupo de androides que han estado haciéndose pasar por seres humanos. En la ficción de Dick los humanos tienen empatía y voluntad, mientras que los robots son seres rígidos y sin alma. Es una dicotomía común en la ciencia ficción, pero Philip K. Dick dio un paso más en este tipo de narrativa y crea personajes que se conciben humanos pero que en realidad son máquinas. Los androides de Dick no son nuestros opuestos sino nuestro alter ego.
Podría darse el caso de un humano que dispara a un robot. Este último sangra y grita de dolor; devuelve el disparo al «humano» y del impacto en su cuerpo sólo sale una voluta de humo gris y chispas eléctricas. Ambos descubren que son el otro en ese instante.
La filosofía de fondo de Dick, más allá de nuestro creciente entorno sintético, se centra en los comportamientos pseudo-humanos de los propios humanos, la falta de autenticidad en su comportamiento, la reducción de los hombres en seres funcionales que sólo sirven a propósitos objetivizados que nada tienen que ver con su autorrealización personal.
El problema de fondo para Dick no es que las máquinas se humanicen sino que los hombres se conviertan en mecanismos.
En 1954, el sociólogo francés Jacques Ellul escribió la sociedad tecnológica, uno de esos libros esclarecedores. Ellul argumentó que «la tecnología transforma todo lo que toca en una máquina». Cuando invade el área de la vida humana, la tecnología deja de ser exterior al hombre, se convierte en su propia esencia y le absorbe progresivamente.
En 2003, el científico cognitivo Andy Clark ofreció otra versión bien distinta de este proceso. En su libro Natural-Born Cyborgs, Clark sostiene que nuestros cerebros son especiales precisamente por «su capacidad de establecer relaciones profundas y complejas con constructos no biológicos». De los coches a los implantes cocleares, toda tecnología es una extensión de una humanidad esencialmente técnica . Ellul pensaba que la tecnología nos absorbe y controla a lo largo de nuestro desarrollo como civilización; Clark piensa que ya está dentro de nosotros desde el principio.
En nuestra historia reciente conviven ambas teorías. Por un lado las élites e instituciones dominantes favorecen un sistema tecnológico que trata a los individuos como apéndices. En manos esas jerarquías, la tecnología afianza su poder de innumerables maneras: espiando, almacenando datos, coaccionando, encarcelando, matando… Pero por otro lado, estas élites no tienen el monopolio de la tecnología, pues también está en manos de los subordinados. Estos pueden usarla para rebelarse. El resultado no es la distopía que Ellul predijo – lo que llamó el «mundo de la técnica monolítica» – sino algo mucho más caótico e interesante.
El propio Philip K. Dick ofreció una visión premonitoria de un futuro que es a la vez totalitario y anárquico, un mundo sometido a un control de vigilancia absoluto y universal que pretende propagarse desde arriba pero que choca con la apatía, la falta de atención y el egoísmo estrictamente humano de su audiencia. El habla de televisión, pero sus palabras bien pueden aplicarse a la red de redes.
La sociedad totalitaria imaginada por George Orwell en 1984 debería haber llegado ya. La tecnología está aquí. El gobierno está aquí, listo para hacer lo que Orwell anticipó. ¿Por qué no ocurre su profecía?
El ser humano auténtico es uno de nosotros que instintivamente sabe lo que no debe hacer, y, además, se opondrá a hacerlo. Se negará a hacerlo, incluso si esto conlleva graves consecuencias para él y para aquellos a quienes ama. Éste, para mí, es el definitivo rasgo heroico de la gente normal; ellos dicen no al tirano y con calma acogen las consecuencias de la resistencia. Sus actos pueden ser pequeños, e incluso casi siempre desapercibidos, sin dejar huella en la historia. Sus nombres no serán recordados, ni ellos esperan que lo sean. Veo su autenticidad en sus negativas silenciosas. En esencia, ellos no pueden ser obligados a ser lo que no son.
El poder de las realidades falsas golpeándonos hoy – esas mentiras manufacturadas deliberadamente nunca penetran en el corazón de lo seres humanos de verdad. Observo a los chicos viendo la televisión y lo primero que me preocupa es lo que les están enseñando, y entonces me doy cuenta, de que no pueden ser corrompidos o destruidos. Observan, escuchan, entienden y, cuando es necesario, rechazan. Hay algo enormemente poderoso en la habilidad de un niño de evitar lo fraudulento. Un niño tiene el ojo más claro y la mano más firme. Los vendedores, los promotores tratan de ganarse su lealtad sin resultado. Es verdad, las compañías de cereales pueden ser capaces de vender grandes cantidades de copos para el desayuno; las cadenas de hamburguesas y perritos calientes pueden vender cantidades infinitas de unidades de comida rápida a los niños, pero el profundo corazón late firmemente, sin ser alcanzado ni manipulado. Un chico de hoy puede detectar una mentira más rápido que los más sabios adultos de hace décadas. Cuando quiero saber qué es verdad, pregunto a mis hijos.
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