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Salvar la web #internet

Salvar la web #internet

Hossein Derakhshan es un famoso bloguero iraní que se pasó seis años encarcelado por los contenidos de su blog.

Su estancia en la cárcel coincidió con el despegué de las redes sociales de los últimos años. Al salir de prisión, y tras un tiempo para analizar el nuevo internet que se encontró, escribe un ilustrador artículo en medium.com

A buen seguro que somos muchos los que coincidimos con su diagnóstico.

Lo resumimos a continuación:

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Dos semanas más después de mi puesta en libertad, empecé a escribir de nuevo colaborando con unos amigos en un blog. Quizás seis años no sean un tiempo insalvable para estar en la cárcel, pero supone toda una época en la red. Escribir en Internet no había cambiado, pero la lectura se ha alterado drásticamente. Si quería tener lectores para mis nuevos artículos debería buscarlos en las redes sociales.

Hice reseñas de una de mis historias en Facebook, pero a facebook no le interesó mucho.  Mis observaciones se parecían demasiado a un anuncio clasificado. Un anuncio aburrido, sin descripción, sin imagen. La respuesta fue nula. Sólo conseguí tres «me gusta».

En 2008, cuando me arrestaron, los blogs eran de oro y los bloggers eran como estrellas de rock. Mi blog tenía una audiencia de 20.000 personas al día. La gente solía leer atentamente mis mensajes y dejar un montón de comentarios pertinentes. El iPhone tenía poco más de un año de edad por aquel entonces, y los smartphones se utilizan para hacer llamadas telefónicas y enviar mensajes cortos, manejar correos electrónicos y navegar por la web. No había aplicaciones, no había Instagram, ni SNAPCHAT, ni Viber, ni WhatsApp.

En lugar de todo esto estaba la web; y en la web -sobre todo- había blogs: el mejor lugar para encontrar pensamientos alternativos, noticias y análisis.

El hipervínculo era la moneda de cambio hace seis años. Partiendo de la idea del hipertexto, el hipervínculo proporcionaba una diversidad y descentralización que el mundo real no tenía. El hipervínculo representaba el espíritu abierto e interconectado. Los blogs dieron forma a ese espíritu descentralizado. Eran una especie de café o de taxi donde las personas intercambian ideas diversas sobre cualquier tema.

Desde que salí de la cárcel, sin embargo, me he dado cuenta de lo mucho que el hipervínculo se ha devaluado. Hasta el punto de ser un concepto casi obsoleto. Ahora las redes sociales tratan un enlace de la misma forma que tratan a cualquier otro objeto. Animan a publicar un sólo hipervínculo y exponerlo a un proceso cuasi-democrático donde domina el gusto. Por lo general, la adición de varios enlaces a un mismo texto no está permitido. Los hipervínculos se han marginado, han sido despojados de sus poderes.

Al mismo tiempo, estas redes sociales tienden a tratar el texto y las imágenes nativas – las cosas que se publican directamente en sus plataformas – con mucho más respeto que todo aquello que reside en páginas web externas. Los archivos subidos a estas redes sociales consiguen mucha más interacción, colaborando a reforzar el tráfico interno y la audiencia de dichas plataformas.

Muchas personas comienzan su rutina diaria en la red dentro de estos callejones sin salida. Sus viajes terminan en el mismo lugar en el que empiezan. Muchos ni siquiera se dan cuenta de que están utilizando Internet cuando les gusta una fotografía en Instagram o dejan un comentario en Facebook. Pero los hipervínculos no son sólo el esqueleto de la red:  son sus ojos y una ruta a su alma. Así que una página web ciega,  sin hipervínculos, no puede mirar o acceder a otra página web – esto tiene graves consecuencias para la dinámica del poder en la web. La más nefasta e inmediata es que las páginas web que se quedan fuera de las redes sociales se están muriendo.

Incluso antes de entrar en la cárcel ya se apreciaba cierto frenó en el poder de los hipervínculos. Su mayor enemigo era una filosofía que combinaba dos de los valores más dominantes y sobrevalorados de nuestro tiempo: la novedad y la popularidad. Esto se reflejaba en el dominio de las celebridades. Las tendencias dominan ahora la forma en la que la gente recibe información de la web. Ni siquiera se necesita un navegador web. Abres Twitter o Facebook en el smartphone y ya está. La montaña viene a tu encuentro cuando tú no vas a la montaña. Los algoritmos lo han clasificado todo en base a tus supuestos intereses.  Lo han clasificado de acuerdo con lo que tú o tus amigos han leído o visto antes, para que no pierdas tu precioso tiempo buscando por ti mismo.

En muchas aplicaciones, nuestros votos y valoraciones – los gustos, las cosas positivas, las estrellas, los corazones – están en realidad más relacionados con lindos avatares y con el estatus de ciertas celebridades que con la sustancia en sí del contenido publicado. Un contenido más brillante, redactado por alguna persona de aspecto corriente, se suele dejar fuera de la tendencia y de la corriente de opinión.  Así es como las divagaciones estúpidas de una celebridad ganan presencia en internet al instante.

Y no sólo los algoritmos equiparan novedad y popularidad con importancia, sino que nos bombardean para que «nos guste» más aún. Hoy en día  la Tendencia es la forma dominante para organizar la información. Está presente en todas las redes sociales y en las aplicaciones móviles. Supongo que no pasará mucho tiempo antes de que veamos a los  sitios web de noticias organizar todo su contenido en base a los mismos principios. El dominio de la Tendencia no sólo sesga los contenidos de internet  en contra de la calidad,  también significa una profunda traición a la diversidad que la web mostró originalmente.

Para mí no hay duda de que la diversidad de temas y opiniones es mucho menor hoy que en el pasado reciente. Las ideas nuevas, diferentes y desafiantes quedan borradas por las redes sociales y sus estrategias de dar prioridad a lo más popular.

Pero la diversidad también se está reduciendo de otras maneras y con otros objetivos. No puedo personalizar mis mensajes en Twitter y Facebook. Mi página en estas redes debe tener el aspecto uniforme que los diseñadores de la red social han decidido. Además, si mi cuenta en Facebook o Twitter desaparece por cualquier razón quizás pudiera encontrar la forma de salvar mis archivos, pero que ocurre con mi perfil, con la dirección física de mi url. Los nombres de dominio cambian de manos también, pero la gestión del proceso es más fácil y más claro- sobre todo porque existe una relación comercial con el vendedor, lo que hace que éste  sea menos propenso a las decisiones súbitas y poco transparentes.

Sin embargo,  el resultado más espantoso de la centralización de la información en la era de las redes sociales es otro: nos están haciendo mucho más dependientes de los gobiernos y los grandes intereses. La vigilancia se impone cada vez más  y empeora nuestra intimidad a medida que pasa el tiempo.  Los Estados que cooperan con Facebook y Twitter saben mucho más sobre sus ciudadanos que, por ejemplo,  Irán, donde el Estado tiene un férreo control sobre internet pero no sobre las empresas que manejan las redes sociales.

Cuando Facebook sabe más de nosotros que nuestros padres gracias a los «me gusta», el mundo parece bastante predecible; tanto para los gobiernos como para las empresas. Y previsibilidad significa control.

Tal vez no se trate sólo de  la muerte del hipervínculo o del exceso de centralización. Tal vez sea que el texto en sí y/o la lectura están desapareciendo. Después de todo, los primeros visitantes de la web pasaban el tiempo leyendo revistas en línea. Luego vinieron los blogs, a continuación Facebook, Twitter. Ahora son los vídeos de Youtube,  Instagram y SNAPCHAT. Hay cada vez menos texto para leer y más y más vídeo para ver, más y más imágenes a la vista.

¿Es ésta una tendencia impulsada por el cambio de hábitos culturales de las personas, o es que las personas están siguiendo las nuevas leyes de las redes sociales? No lo sé.  El número de cámaras de fotos y cámaras de vídeo ha crecido exponencialmente. Los motores de búsqueda están empezando a añadir algoritmos de reconocimiento de imagen avanzadas; el dinero de la publicidad ya fluye en estas búsquedas y resultados de búsquedas.

Todo esto parece encaminarnos hacia una «televisión de internet». Parece que hemos pasado de un modo no lineal de comunicación – nodos y redes y enlaces – hacia uno lineal, con la centralización y sus jerarquías, como la televisión desde sus inicios. Aunque la web no se concibiese por analogía de la televisión cuando se inventó, sin embargo,  nos guste o no, se está asemejando rápidamente: cada vez es más lineal, pasiva, programada y hacia adentro.

Cuando me conecto a Facebook comienza mi programa favorito. Todo lo que necesito es desplazarse:  nuevas fotos, opiniones sobre temas de actualidad, enlaces a nuevas historias con breves leyendas, publicidad, vídeos en auto-reproducción. De vez en cuando hago clic en el botón y comparto, pero me quedo dentro de Facebook.

Esta no es la web que conocía cuando entré en la cárcel. Este no es el futuro de la web. Este es el futuro de la televisión.

En el pasado, la web era fuerte y lo bastante seria como para poder hacerte terminar en la cárcel. Hoy en día es poco más que un entretenimiento.

Echo de menos aquellos años, no tan lejanos, en los que la gente se exponía a diferentes opiniones, y dedicaban parte de su tiempo a leer un párrafo de más de 140 caracteres. Echo de menos los días en los que podía escribir algo en mi propio blog, publicar en mi propio dominio, sin echar un montón de tiempo, más incluso que el de la propia escritura, en promoverlo en un sin fin de redes sociales; pues éstas ya han decidido que mis contenidos no le aportan nada.

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