El big data no es un concepto de moda, es un hecho consumado. Significa, esencialmente, cómo lidiamos con el volumen, la variedad y la velocidad de datos que se acumula a nuestro alrededor. Existen herramientas poderosas como Hadoop (framework de software de licencia libre) que es, de momento, el principal juguete en manos de los expertos en datos. Expertos que, por cierto, no abundan actualmente. Por eso el big data sólo cumplirá su propósito (en principio bienintencionado: aprender un poco más sobre nosotros mismos, como consumidores y como empresas) cuando se democratice la habilidad de analizar esta ingente información. No han de dominar el futuro los grandes analistas sino cientos de miles de artesanos de datos.
Se calcula que en 2020 la interconexión de objetos cotidianos con Internet será abrumador. Habrá más 26 mil millones de dispositivos conectados. «la Internet de las cosas» habrá llegado para quedarse.
¿Quién poseerá la información creada por los sensores de estos objetos y quién tendrá derecho a usar los datos?
¿Quién será el dueño de nuestros patrones de conducta?
¿Se nos estará permitido conocer los algoritmos?
